Por mi se va a la ciudad del llanto, por mi se va al eterno dolor, por mi se va a la raza condendada. La justicia animó a mi sublime arquitecto, me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes de mi no hubo nada creado a excepción de lo inmortal y yo duro eternamente, ¡Oh Vosotros los que entreís, abandonad toda esperanza!
*Lo que debería decir la pared de admisiones.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Los Mariachis y la Maldición

Cuenta la leyenda que Laborio, alumno de economía del Itam (y que por cierto le encantaba ir a los laboratorios de dicha materia ya que estaba enamorada de su laboratorista), había quedado perdidamente enamorado de la persona que mencioné en el paréntesis anterior.

Como ella era un poco mayor que él, Laborio nunca podía estar con ella en sus clases. En una ocasión, con tal de poder contemplarla, se fue todo un verano a Canada para aprender francés y estar con ella en francés 3 y oler su cabello.

Cuando ella estuvo a punto de graduarse, laborio decidió declararsele en la tradicional fiesta de "Los mariachis" modo en como se despiden del semestre los itamitas modernos de hoy.
Al llegar a los mariachis nuestro querido Laborio la encontró con otro hombre y sintió tanta rabia que hechó una maldición sobre aquella fiesta y dijo:

"A partir de ahora, aquellos que vayan a los mariachis que no le tocan, se quedarán un año más en el ITAM y todos aquellos que falten a los mariachis que sí le tocan, tardarán tres años en terminar su tesis!!!"

Al escuchar sus palabras, todos los alumnos que asistieron corrieron a sus casa a buscar consuelo en sus padres, en sus iglesias, en su dios, a pedir perdón y la nulidad de la maldición, pero no funcionó.

Los únicos que quedaron en la fiesta fueron los maestros de Economía a los cuales no les preocupaba terminar su tesis o quedarse un año más en el ITAM, o quizá no entendieron lo que pasaba ya que estaban muy ebrios. Los maestros de Estudios Generales que aún estaban consientes dicen que los gritos del joven Laborio de repente se volvieron incomprensibles y empezaron a parecer cada ves más como sonidos guturales para después hacerse aullidos de perro.

Así es como Laborio se convirtió en Colmillo, el perro del ITAM.

¿A quién le quedaron ganas de ir a los mariachis?